domingo, 16 de mayo de 2010

MENTAWAI


Buenas tardes desde Bangladesh.
Acabo de llegar, y aunque me ha costado bastante, por fin he encontrado un ordenador (aunque aparentemente prehistórico) con conexión a Internet dentro de este hotel. De momento no he podido ver nada de este país, pero eso no significa que no tenga millones de cosas para contaros.
Antes de venir aquí estuve en Mentawai, un archipiélago de islas volcánicas pertenecientes a Indonesia, situado al suroeste de la isla de Sumatra. Un paraíso de los que ya no quedan muchos.
¿Os acordáis de los Ndani? Bien, pues yo me dirigía a conocer a otra tribu de la que también había ignorado su existencia hasta su aparición en un programa de televisión.
Esta vez iba acompañada, pero no por Xela, ella ya se había cansado de tanto viaje.
Aquél es un sitio idílico para cualquier amante de las olas. Y mi primo Alexandre, hermano de Xela y el surfista de la familia por excelencia, quería ir por tercera vez. En su primer viaje, conoció a un joven de allí que compartía su afición y, desde entonces, el alojamiento en aquel lugar le salía prácticamente gratuito.
Su amigo, un Mentawai perteneciente a una de las tribus indígenas que llevan dicho nombre, vivía en una pequeña cabaña hecha de madera y piedra, así como otros materiales extraídos de la naturaleza. Era una más de la veintena de casitas que componían la tribu establecida en una zona costera de la isla, cerca de un bosque tropical.
Alexandre le regaló una magnífica tabla de surf a su amigo, quien la aceptó encantado, ya que él acostumbraba a practicar su deporte favorito con una improvisada tabla de madera.
Enseguida se fueron hacia la playa, yo les seguí. Sin duda se trataba de un lugar de ensueño aún sin explotar, bosques tropicales, playas blancas sin cientos de turistas con sus toallas de colores, aguas cálidas y cristalinas, calor, pero no en exceso.
Cuando el sol comenzó a ponerse, nos dirigimos de nuevo hacia la tribu. Fue fantástico, como un cuento de esos que te contaron en su día pero que jamás llegaste a creer: era la hora de la cena y de las cabañas comenzaron a salir hombres y mujeres vestidos con pieles y con el cuerpo adornado con flores y collares.
Cenamos jabalí. Los Mentawai se autoabastecen gracias a la caza, la pesca o a la pequeña huerta y las pocas gallinas que tienen en su tribu. El jabalí era fruto de su cacería matinal.
No entendí absolutamente nada de lo que decían durante el transcurso de la cena, pero para mi sorpresa mi primo tampoco, éste se comunicaba con su amigo por gestos y gracias a las pocas palabras que ambos sabían de francés. Allí la mayoría habla la lengua nacional de Indonesia y una minoría la lengua de Minangkabau.
Al día siguiente decidí no ir a la playa y me quedé a observar las costumbres de la tribu.
Por la mañana los hombres (todos a excepción del Chamán) se iban de caza, mientras que las mujeres realizaban otro tipo de tareas.
Quise conocer más de cerca al Chamán, era un hombre tatuado de pies a cabeza con símbolos que creí tribales pero que más tarde descubrí que eran los símbolos sagrados de su religión. Realizaba ritos, para mí extraños, pero que eran su manera de ponerse en contacto con los espíritus de sus antepasados.
Tatuajes. Todos tenían al menos una docena, desde los niños más pequeños hasta los ancianos de la tribu. Hombres y mujeres se tatuaban todo el cuerpo con perfectos símbolos tribales. El Chamán era una excepción, ya que también se tatuaba la cara y los símbolos eran religiosos.
Les pedí que me hicieran un tatuaje a mí también, a lo que para mi desgracia accedieron extrañados, pero alegres por mi interés por su cultura.
Digo para mi desgracia, porque su ancestral técnica para hacer tatuajes es realmente dolorosa, antiguamente utilizaban espinas de árbol muy gruesas y duras, ahora por suerte, se sirven de una aguja de coser que atan a un trozo de madera o hierro. La tinta es obtenida calentando una nuez de coco y recogiendo el hollín que mezclan con el jugo de la caña de azúcar.
El resultado del sufrimiento fue un precioso símbolo tribal tatuado en mi espalda.

Pasé un día más con ellos, pero al día siguiente partimos hacia Bangladesh, ya que mi primo tiene un interés especial en conocer este sitio, un interés sobre el que yo no sé nada, absolutamente nada.

Ya veis blogeros, un pueblo que no obtiene nada de otros, pero sin embargo es feliz. ¿creéis que nosotros los occidentales podríamos vivir así, sin acceder en absoluto a un mínimo desarrollo tecnológico?


















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