Yemen. El penúltimo destino de esta temporada.
En un principio iba a ir a Mongolia, para venir aquí pasada una semana, pero ha habido un pequeño cambio de planes. Mi tía Laura no pudo resistirse a la tentación de conocer el continente asiático con sus dos sobrinos favoritos, y optó por reservar su vuelo a última hora.
Entendió todo al revés, cogiendo como primer destino Yemen.
Bueno, pues sin pensárnoslo demasiado, Alexandre y yo cambiamos el orden de nuestra ya planificada ruta y aquí estamos, en Yemen. Ya han pasado tres días de mi llegada y esta misma tarde cogeré el avión que me llevará hasta Mongolia.
Durante estos días me he dedicado a conocer a la gente del lugar.
Su forma de vida es, más que extraña, curiosa. Los hombres yemenís, y a veces las mujeres, consumen todos los días qat, planta narcótica. Se cosechan por la mañana en los arbustos que se cultivan con sumo cuidado en las montañas.
Las hojas jóvenes tienen que venderse como muy tarde al día siguiente en el mercado. Obviamente, son legales tanto su consumo como su venta, si no sería impensable venderlas en los grandes mercados, como se hace diariamente.
En uno de estos mercados me acerqué con curiosidad a un grupo de jóvenes lugareños que me explicaron los efectos de su consumo. Para sentir la euforia que producen las hojas debes masticarlas durante un buen rato y hacer una bola dejándola a un lado de la boca. Esta droga suave y distendida produce una ligera somnolencia que no impide trabajar o conducir.
No dudaron en invitarme a una de sus famosas "fiestas qat". Los mascadores se invitan entre sí, por turnos, después de la comida y durante varias horas, en las que se charla y bromea.
Rechacé su invitación, a lo que ellos alegaron que probar esta hoja no conlleva ningún tipo de riesgos y favorece el contacto con los autóctonos que se parten de risa al ver a un extranjero bajo los efectos de las hojas. El inconveniente es que los hombres se gastan más de la mitad de sus ingresos mensuales en la compra de la ración diaria de hojas de qat.
El Gobierno está intentando limitar su uso, aunque no cosecha grandes éxitos ya que tiene que enfrentarse a un comercio muy lucrativo y a una tradición muy arraigada.
Ante mi negativa a su invitación se marcharon extrañados, pero poco antes de que se despidieran algo me sorprendió: todos llevaban una daga colgada de su cintura.
De camino al hotel, me fijé en más hombres, todos portaban la misma daga con empuñadura de cuerno. Una vez en el valle de Hadramaout, lugar en el que me alojaba, mi tía, también llena de curiosidad, se dirigió a un hombre al que preguntó por la daga. Él se sonrió y le dijo que era la “yambiya”, enorme daga con empuñadura de cuerno que todos los yemenís llevan colgada a la cintura, como símbolo de virilidad, de posición social y de pertenencia a una tribu. Sí, Yemen también es un lugar en el que la población se divide en tribus.
Al día siguiente me fijé en las mujeres yemenís, las cuales llevan el velo en función de la región y de la edad. En el valle de Hadramaout concretamente, las mujeres están vestidas de negro de arriba abajo y llevan un espectacular sombrero de paja, similar al de los disfraces de bruja típicos de Halloween.
Por desgracia ellas no se dejan fotografiar en ningún sitio. En cambio, los hombres y los niños posan encantados ante la cámara, como ya os enseñaré más adelante en unas fotos que tengo preparadas.
En un principio iba a ir a Mongolia, para venir aquí pasada una semana, pero ha habido un pequeño cambio de planes. Mi tía Laura no pudo resistirse a la tentación de conocer el continente asiático con sus dos sobrinos favoritos, y optó por reservar su vuelo a última hora.
Entendió todo al revés, cogiendo como primer destino Yemen.
Bueno, pues sin pensárnoslo demasiado, Alexandre y yo cambiamos el orden de nuestra ya planificada ruta y aquí estamos, en Yemen. Ya han pasado tres días de mi llegada y esta misma tarde cogeré el avión que me llevará hasta Mongolia.
Durante estos días me he dedicado a conocer a la gente del lugar.
Su forma de vida es, más que extraña, curiosa. Los hombres yemenís, y a veces las mujeres, consumen todos los días qat, planta narcótica. Se cosechan por la mañana en los arbustos que se cultivan con sumo cuidado en las montañas.
Las hojas jóvenes tienen que venderse como muy tarde al día siguiente en el mercado. Obviamente, son legales tanto su consumo como su venta, si no sería impensable venderlas en los grandes mercados, como se hace diariamente.
En uno de estos mercados me acerqué con curiosidad a un grupo de jóvenes lugareños que me explicaron los efectos de su consumo. Para sentir la euforia que producen las hojas debes masticarlas durante un buen rato y hacer una bola dejándola a un lado de la boca. Esta droga suave y distendida produce una ligera somnolencia que no impide trabajar o conducir.
No dudaron en invitarme a una de sus famosas "fiestas qat". Los mascadores se invitan entre sí, por turnos, después de la comida y durante varias horas, en las que se charla y bromea.
Rechacé su invitación, a lo que ellos alegaron que probar esta hoja no conlleva ningún tipo de riesgos y favorece el contacto con los autóctonos que se parten de risa al ver a un extranjero bajo los efectos de las hojas. El inconveniente es que los hombres se gastan más de la mitad de sus ingresos mensuales en la compra de la ración diaria de hojas de qat.
El Gobierno está intentando limitar su uso, aunque no cosecha grandes éxitos ya que tiene que enfrentarse a un comercio muy lucrativo y a una tradición muy arraigada.
Ante mi negativa a su invitación se marcharon extrañados, pero poco antes de que se despidieran algo me sorprendió: todos llevaban una daga colgada de su cintura.
De camino al hotel, me fijé en más hombres, todos portaban la misma daga con empuñadura de cuerno. Una vez en el valle de Hadramaout, lugar en el que me alojaba, mi tía, también llena de curiosidad, se dirigió a un hombre al que preguntó por la daga. Él se sonrió y le dijo que era la “yambiya”, enorme daga con empuñadura de cuerno que todos los yemenís llevan colgada a la cintura, como símbolo de virilidad, de posición social y de pertenencia a una tribu. Sí, Yemen también es un lugar en el que la población se divide en tribus.
Al día siguiente me fijé en las mujeres yemenís, las cuales llevan el velo en función de la región y de la edad. En el valle de Hadramaout concretamente, las mujeres están vestidas de negro de arriba abajo y llevan un espectacular sombrero de paja, similar al de los disfraces de bruja típicos de Halloween.
Por desgracia ellas no se dejan fotografiar en ningún sitio. En cambio, los hombres y los niños posan encantados ante la cámara, como ya os enseñaré más adelante en unas fotos que tengo preparadas.
Bueno, blogeros, esto es lo principal que he conocido sobre un país pobre pero fascinante. En el que se respiran violencia y armonía, ya que los enfrentamientos son continuos, las armas se ven en la calle, pero a la vez son capaces de convivir divididos en diferentes tribus.
Bueno, esta vez os invitaré a plantearos su situación económica, ¿es moral por parte del gobierno dejar que los habitantes de un país sufran una gran pobreza, y a pesar de ello gasten el dineral que gastan en droga? ¿ Y la diferencia existente entre mujeres y hombres manifestada en sus vestimentas?
Injusticia, inmoralidad, machismo, violencia...¿o simplemente otra cultura?
Laura, Alexandre y yo nos marchamos a Mongolia.
Sed felices, ya me pondré en contacto con vosotros una vez finalizados mis viajes.
Bueno, esta vez os invitaré a plantearos su situación económica, ¿es moral por parte del gobierno dejar que los habitantes de un país sufran una gran pobreza, y a pesar de ello gasten el dineral que gastan en droga? ¿ Y la diferencia existente entre mujeres y hombres manifestada en sus vestimentas?
Injusticia, inmoralidad, machismo, violencia...¿o simplemente otra cultura?
Laura, Alexandre y yo nos marchamos a Mongolia.
Sed felices, ya me pondré en contacto con vosotros una vez finalizados mis viajes.
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