viernes, 14 de mayo de 2010

NDANI, PAPÚA NUEVA GUINEA

“El Estado Independiente de Papúa Nueva Guinea (informalmente Papúa Nueva Guinea o PNG) es un país de Oceanía que ocupa la mitad oriental de la isla de Nueva Guinea y una numerosa cantidad de islas alrededor. Está situado al norte de Australia, al oeste de las Islas Salomón y al sudoeste del océano Pacífico, en una región definida desde inicios del siglo XIX como Melanesia. Su capital es Port Moresby (Wikipedia, la enciclopedia libre)” .
Esto era todo lo que sabía sobre el lugar al que me dirigía.
Al salir del avión me di cuenta de que había aterrizado en un mundo diferente al mío. Monté en un coche (para mí prehistórico) que a modo de taxi me llevó al lugar que había escogido para pasar aquella semana.
Llegué. Lejos quedaban la era de la tecnología, las “ciudades de la moda” o la sociedad del consumo. Tribu de los Ndani, mi nuevo hogar por siete días.
Comencé a interesarme por los Ndani hacía unos meses cuando, por el mero hecho de subir la audiencia, Gran Hermano accedió a llevar a tres habitantes de aquella tribu a Madrid. Yo estaba convencida de que detrás de aquellas personas había algo más que bailes ancestrales, ropas prehistóricas y una lengua ininteligible.
Aproveché a ir cuando un grupo de cinco periodistas se estaba interesando por ellos y pasando allí un mes. Por medio de un familiar me puse en contacto con uno de ellos, y así comenzó mi aventura.
Los Ndani viven en un paraíso lleno de vegetación, ríos, cascadas y montañas, desconocido por el resto de la humanidad.
No tardaron en acogerme con cariño, ofreciéndome lo poco que tenían. Nada más llegar me enseñaron la cabaña de madera en la que iba a dormir con Ana y Carmen, las dos mujeres del grupo de periodistas. Juan y Manuel, los otros dos periodistas dormían en la cabaña de al lado, con dos adolescentes de la tribu.
Cinco jóvenes occidentales vivíamos entre familias que cazaban para comer y que no tenían necesidad de llevar tanta ropa como acostumbrábamos nosotros, se conformaban con lucir su piel negra, sirviéndose ellos de una “Koteka” para cubrirse el pene, mientras que ellas lucían faldas hasta la rodilla (de corteza de árbol hasta el matrimonio y de fibra de orquídea tras estar casadas).
En menos de siete días asistí a una lucha, una boda y un funeral.
Las luchas son algo típico entre los hombres, ya que son considerados guerreros. Por tanto, me advirtieron que no debía escandalizarme a cada golpe.

La boda fue increíble. Igual que en las películas. Uno de los jóvenes de la tribu se casaba con su quinta mujer. Después del ritual llegó la ceremonia, donde cenamos cerdo. El cerdo es una animal venerado y respetado por los Ndani y por ello sólo lo comen en ocasiones tan especiales como aquélla.
Tras el matrimonio, mantienen relaciones sexuales muy controladas, ya que los hombres piensan que el sexo les debilita, tal como nos explicó el jefe de la tribu, al que solamente Carmen era capaz de entender, puesto que era la única que dominaba aquel idioma.
La vida en matrimonio de nuestros nuevos amigos es totalmente diferente a la del mundo occidental. Duermen por separado, las mujeres crían a los animales y a los hijos pequeños mientras que son los hombres quienes se encargan de introducir a los hijos adolescentes en el mundo de la pelea y de la caza.

Lo peor de la semana fue el funeral. Después de las exequias fúnebres hubo un ritual cruel e inesperado por los cinco europeos. El difunto, el anciano de la tribu, era el padre e una joven, quien por haber perdido a un ser querido, como es costumbre allí, se automutiló la falange de un dedo de la mano.

Al día siguiente me despedí de la que había sido mi familia durante una semana. Al grupo de periodistas les volvería a ver, pero tal vez mi despedida de los otros fuera para siempre.

Mi semana ha sido diferente, única e irrepetible. Increíble para mí, ¿pero que habría pasado si yo fuera una de esas mujeres? ¿qué habría pasado si por el mero hecho de ser mujer tengo que compartir a mi marido con otras cuatro mujeres? ¿y si me hubiera tenido que cortar la falange del dedo por ser una mujer a la que se le ha muerto un ser querido?
No sé si ese machismo está bien simplemente por ser parte de su cultura, pero, ¿dónde están los derechos de ellas por el hecho de ser personas? No es que piense que la cultura occidental es la mejor pero hay unos mínimos comunes que creo que deberían cumplirse en cualquier lugar del mundo.

Bueno blogeros, ahí os dejo una cuestión sobre la que pensar. Ahora me voy de nuevo al aeropuerto, que mi prima Xela me espera. Vuelvo en cuatro días, si por un casual encuentro un ordenador durante mi viaje no dudaré en contaros cada una de mis aventuras.
Mi lugar de destino será una sorpresa hasta entonces.

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