viernes, 14 de mayo de 2010

OBALA, CAMERÚN.



Obala, Camerún. Es mi segundo día en el continente africano.
Aunque ha sido difícil, he encontrado un ordenador con conexión a Internet y, como lo prometido es deuda, ahora me toca contaros el por qué de mi viaje.
Xela, mi prima, terminó el año pasado la carrera de Medicina y este año se ha propuesto viajar. Con sus viajes quiere ver qué es lo que hay detrás del millonario médico de bata blanca, conocer un mundo sin cirujanos expertos, un mundo sin fe en la ciencia.
Y así llegamos a esta aldea africana.
Ahora mismo estamos en un hospital construido por los franceses cuando colonizaron Obala y que tras la descolonización da trabajo a médicos nativos.
Los medios son escasos en comparación con el mundo occidental, pero siempre son suficientes para tratar a los pocos habitantes que se atreven a probar las ventajas de la medicina moderna basada en la ciencia.
Al principio esto me sorprendió, pero no tardé en comprenderlo cuando hablé con uno de los pocos médicos que dominan el castellano, que me explicó lo siguiente:
“Aquí hay gente considerada mucho más efectiva y sabia que los médicos. Tenemos la mala cos-tumbre de llamarlos inmediatamente "Brujos" en tono peyorativo. La gente de aquí les llama en su idioma nativo "Curandero" o "Adivino". Incluso los occidentales sonríen ante la forma de curar de los brujos, ante sus ritos y sus tradiciones. Es cierto que hay entre ellos algunos charlatanes como en todo el mundo, pero también hay gente sabia.”

También he conocido a un enfermo que había sido tratado con hierbas medicinales de un curandero de la zona. Sin duda dicho tratamiento fracasó. Ahora ha decidido acudir al hospital, lleno de miedo e incertidumbre y, aunque previamente el médico ha tenido que hablar largo y tendido con él y su familia, ha accedido a ser medicado, sin esperanza alguna, con antibióticos.

Mañana iré con Xela a las ciudades más modernizadas del país donde los curanderos acostumbran a poner su nombre en la puerta de sus casas, a las que los pacientes acuden sin pensárselo dos veces creyendo que son personas capaces de curarlo todo.
El interés de Xela por visitar esas ciudades resulta obsesivo, tanto que ayer me decidí a preguntarle por qué. Fue clara:
“La influencia de ciertos curanderos está por demostrarse, pero no hay que descartarla tampoco. El problema de los países africanos en vías de desarrollo está en curar las epidemias, cosa que los curanderos no hacen.”

Ella piensa que el único remedio es la combinación perfecta entre la tradición curandera y la medicina. Un ejemplo de ello es el de las matronas:
“...todas las aldeas, tienen la suya y deberían tener a un médico al lado para ayudarle en el mo-mento del parto. Las matronas cauterizan el ombligo del recién nacido pasando sus dedos primero por encima de las llamas y ese método lo siguen practicando, aunque haya doctor en la zona, porque es eficaz.”

[...]

Aldeas, poblados, grandes ciudades o incluso países que mueren por epidemias o enfermedades que pueden tener una cura eficaz. Rituales hermosos que forman parte de la cultura del país. Son las dos caras de la moneda: sociedades que se niegan a avanzar guiadas por su tradición cultural y sociedades que quieren imponer sus avances por el bien de las personas. ¿Es correcta la imposición de un avance científico para ayudar a una sociedad que aún cree en medicinas ancestrales? La imposición sigue siendo imposición, pero...¿el fin justifica los medios?
Bueno blogeros, pensad lo que queráis, ahora me tengo que ir que mañana tengo que madrugar para hacer la ruta que os he dicho.

En dos días me voy al Chad, esta vez en solitario. Pasaré allí diez días, después volveré con Xela para ir juntas a Botswana a pasar una semana.
Los planes parecen geniales, cuando acabe mi travesía por el continente africano iré con Xela a Galicia, y allí, desde su casa os contaré el final de estas excursiones.
Pasadlo bien, yo no dudaré en intentarlo.

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